Para la Medicina China las
dermatitis y otros problemas en la piel del bebé están relacionados con
las emociones de la madre. El bebé expresa así lo que la madre retiene
o no puede expresar.
Según el libro "La enfermedad como camino", de THORWALD DETHLEFSEN y RÜDIGER DAHLKE. (Título original: Krankheit als Weg),la costra de
leche de los lactantes denota que la madre tiene poco contacto
físico con la criatura, o que la descuida en el aspecto emotivo.
"La
costra de leche es expresión visible de esta pared invisible y del
intento de romper el aislamiento. Muchas veces, las madres utilizan
el eccema para justificar su íntimo rechazo del niño. Suelen ser
madres especialmente preocupadas por la «estética», que dan mucha
importancia a la limpieza de la piel."
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LA PIEL
La piel es el órgano más grande del ser humano.
Realiza
múltiples funciones, las más importantes de las cuales son:
1. Delimitación y protección.
2. Contacto.
3. Expresión.
4. Estímulo sexual.
5. Respiración.
6. Exudación.
7. Termorregulación.
Estas diversas funciones de la piel giran en torno a un tema común
que oscila entre los dos polos de separación y contacto. La piel es
nuestra frontera material externa y, al mismo tiempo, a través de la
piel estamos en contacto con el exterior, con ella tocamos nuestro
entorno. En la piel sentimos el mundo que nos rodea y de la piel no
podemos salirnos. La piel refleja nuestro modo de ser hacia el
exterior y lo hace de dos maneras.
Por un lado, la piel es la
superficie en la que se reflejan todos los órganos internos. Toda
perturbación de uno de nuestros órganos internos se proyecta en la
piel y toda afección de una determinada zona de la piel es
transmitida al órgano correspondiente. En esta relación se basan
todas las terapias de zonas reflejo aplicadas desde hace mucho
tiempo por la medicina naturista, de las cuales la medicina
académica utiliza sólo unas cuantas (por ejemplo, zonas de Head*).
* Zonas de la piel que corresponden a la proyección de los
reflejos víscero–cutáneos. (N. del T.)
Merecen mención especial la del masaje de las zonas reflejo de los
pies, la aplicación de ventosas a la espalda, la terapia de la zona
reflejo de la nariz, la audiopuntura, etc.
El médico que posee buen
ojo clínico, examinando y palpando la piel averigua el estado de los
órganos y trata las afecciones de éstos desde las zonas de su
proyección en la piel. Ni lo que ocurre en la piel, mancha,
tumefacción, inflamación, granito, absceso, ni el lugar de su
aparición, es casual sino indicación de un proceso interno.
Antiguamente se utilizaban sistemas muy sofisticados para tratar de
averiguar el carácter de la persona por el lugar en el que aparecían
las manchas hepáticas, por ejemplo. La Ilustración echó por la borda
estas «tonterías y supersticiones», pero, poco a poco, volvemos a
acercarnos a estas prácticas.
Todo lo visible es sólo expresión
de lo invisible, como una obra de arte es expresión visible de la
idea del artista. De lo visible podemos deducir lo invisible. Es lo
que hacemos continuamente en la vida diaria. Entramos en una sala y
de lo que allí vemos deducimos el gusto del que la habita. Y otro
tanto habríamos podido hacer mirando su armario. No importa dónde
uno mire: si una persona tiene mal gusto, éste se mostrará por todas
partes.
Por ello la información total se muestra siempre en todas partes. En
cada parte encontramos el todo (pars pro toto, llamaban los romanos
a este fenómeno). De manera que es indiferente la parte del cuerpo
que se contemple.
En todas puede reconocerse el mismo esquema, el
esquema que representa a cada individuo. El esquema se encuentra en
el ojo (diagnóstico por el iris), en el pabellón auditivo (auriculopuntura
francesa), en la espalda, en los pies, en los meridianos
(diagnóstico por los puntos terminales), en cada gota de sangre
(prueba de coagulación, dinamolisis capilar, hemodiagnóstico
holístico), en cada célula (genética), en la mano (quirología), en
la cara y configuración corporal (fisiognomía), en la piel (¡nuestro
tema!).
Este libro enseña a conocer al ser humano a través de los
síntomas de la enfermedad. Es indiferente dónde se mire: lo que
importa es poder mirar. La verdad está en todas partes. Si los
especialistas consiguieran olvidarse de su (totalmente inútil)
intento de demostrar la casualidad de la relación descubierta por
ellos, inmediatamente verían que todas las cosas mantienen entre sí
una relación analógica: así arriba como abajo, así dentro como
fuera.
La piel no sólo muestra al exterior nuestro estado orgánico
interno sino que en ella y por ella se muestran también todos
nuestros procesos y reacciones psíquicos. Algunas de estas
manifestaciones son tan claras que cualquiera puede observarlas: una
persona se pone colorada de vergüenza y blanca de susto; suda de
miedo o de excitación; el cabello se le eriza de horror, o se le
pone la piel de gallina. Invisible exteriormente, pero mensurable
con aparatos electrónicos, es la conductividad eléctrica de la piel.
Los primeros experimentos y mediciones de esta clase se remontan a
C. G. Jung, quien con sus «experimentos asociativos» exploró este
fenómeno. Hoy, gracias a la electrónica, es posible amplificar y
registrar las constantes oscilaciones de la conductividad eléctrica
de la piel y «dialogar» con la piel de una persona, ya que la piel
responde a cada palabra, cada tema, cada pregunta, con una inmediata
alteración de su conductividad eléctrica, llamada PGR o ESR. Todo
ello nos confirma que la piel es una gran superficie de proyección
en la que se ven tanto procesos somáticos como psíquicos.
Al más leve contacto, la piel de un individuo ya nos dice algo
acerca de su psiquis. Bajo una piel muy sensible hay un alma muy
sensible también (tener la piel fina), mientras que una piel áspera
nos hace pensar en un pellejo duro, una piel sudorosa nos muestra la
inseguridad y el miedo de nuestro oponente y la piel colorada, la
excitación. Con la piel nos rozamos y establecemos contacto unos con
otros.
El contacto, ya sea un puñetazo o una caricia, se establece
por la piel. La piel puede romperse desde el interior (por una
inflamación, una erupción, un absceso) o desde el exterior (una
herida, una operación).
En ambos casos, nuestra frontera es atacada.
Uno no siempre consigue salvar la piel.
Erupciones
En la erupción,
algo atraviesa la frontera, algo quiere salir. La forma más simple
de expresar esta idea nos la facilita el acné juvenil. En la
pubertad, aflora en el ser humano la sexualidad, pero casi siempre
sus imperativos son reprimidos con temor. La pubertad es un buen
ejemplo de situación conflictiva.
En una fase de aparente
tranquilidad, bruscamente, de unas profundidades desconocidas, brota
un nuevo deseo que, con una fuerza irresistible, trata de hacerse un
lugar en la conciencia y la vida de un ser humano. Pero el nuevo
impulso que nos acomete es desconocido e insólito y nos atemoriza. A
uno le gustaría eliminarlo y recobrar el familiar estado anterior.
Pero no es posible. No se puede dar marcha atrás.
Y uno se encuentra en un conflicto. La atracción de lo nuevo y el
temor a lo nuevo tiran de uno casi con igual fuerza. Todos los
conflictos se desarrollan según este esquema, sólo cambia el tema.
En la pubertad, el tema se llama sexualidad, amor, pareja. Despierta
el deseo de hallar un oponente, el Tú, el polo opuesto. Uno desea
entrar en contacto con aquello que a uno le falta, y no se atreve.
Surgen fantasías sexuales, y uno se avergüenza. Es muy revelador que
este conflicto se manifieste como inflamación de la piel.
Y es que
la piel es la frontera del Yo que uno tiene que cruzar para
encontrar el Tú. Al mismo tiempo, la piel es el órgano con el que el ser humano entra en contacto con los demás, lo que el otro
puede tocar y acariciar. La piel tiene que gustar para que el otro
nos quiera. Este tema candente hace que la piel del adolescente se
inflame, lo que señala tanto que algo pugna por atravesar la
frontera —una nueva energía que quiere salir—, como que uno pretende
impedírselo. Es el miedo al instinto recién despertado.
Por medio
del acné uno se protege a sí mismo, porque el acné obstaculiza toda
relación e impide la sexualidad. Se abre un círculo vicioso: la
sexualidad no vivida se manifiesta en la piel como acné: el acné
impide el sexo. El reprimido deseo de inflamar al prójimo se
transforma en una inflamación de la piel. La estrecha relación
existente entre el sexo y el acné se demuestra claramente por el
lugar de su aparición; la cara y, en algunas chicas, el escote (a
veces, también la espalda). Las otras partes del cuerpo no son
afectadas, ya que en ellas el acné no tendría ninguna finalidad. La
vergüenza por la propia sexualidad se transforma en vergüenza por
los granos. Muchos médicos, contra el acné recetan la píldora, y con
buenos resultados.
El fondo simbólico del tratamiento es evidente:
la píldora simula un embarazo y, desde el momento en que «eso»
parece haber ocurrido, el acné desaparece: ya no hay nada que
evitar. Generalmente, el acné cede también a los baños de sol y mar,
mientras que cuanto más se cubre uno el cuerpo más se agrava. La
«segunda piel» que es la ropa acentúa la inhibición y la
intangibilidad.
El desnudarse, por el contrario, es el primer paso
de una apertura, y el sol sustituye de modo inofensivo el ansiado y
temido calor del cuerpo ajeno. Todo el mundo sabe que, en última
instancia, la sexualidad vivida es el mejor remedio contra el acné.
Todo lo dicho acerca de la pubertad puede aplicarse, a grandes
rasgos, a todas las erupciones cutáneas. Una erupción siempre indica
que algo que estaba reprimido trata de atravesar la frontera y salir
a la luz (al conocimiento).
En la erupción se muestra algo que hasta
ahora no estaba visible. Ello también indica por qué casi todas las
enfermedades de la infancia, como el sarampión, la escarlatina o la
roséola, se manifiestan a través de la piel. A cada enfermedad, algo
nuevo brota en la vida del niño, por lo que toda enfermedad infantil
suele determinar un avance en el desarrollo. Cuanto más violenta la
erupción, más rápido es el proceso y el desarrollo. La costra de
leche de los lactantes denota que la madre tiene poco contacto
físico con la criatura, o que la descuida en el aspecto emotivo.
La
costra de leche es expresión visible de esta pared invisible y del
intento de romper el aislamiento. Muchas veces, las madres utilizan
el eccema para justificar su íntimo rechazo del niño. Suelen ser
madres especialmente preocupadas por la «estética», que dan mucha
importancia a la limpieza de la piel.
Una de las dermatosis más
frecuentes es la psoriasis.Se manifiesta en focos de inflamación de
la piel que se cubren de unas escamas de un blanco plateado. En la
psoriasis se incrementa exageradamente la fabricación de escamas de
la piel. Nos recuerda la formación del caparazón de algunos
animales. La protección natural de la piel se trueca en coraza: uno
se blinda por los cuatro costados. Uno no quiere que nada entre ni
salga.
Reich llama muy acertadamente al resultado del deseo de
aislamiento psíquico «blindaje del carácter». Detrás de toda defensa
hay miedo a ser heridos. Cuanto más robusta la defensa y más gruesa
la coraza, mayor es la sensibilidad y el miedo. Ocurre lo mismo
entre los animales: si a un crustáceo le quitamos el caparazón,
encontraremos una criatura blanda y vulnerable. Las personas
aparentemente más ariscas son en realidad las más sensibles. De
todos modos, el afán de proteger el alma con una coraza encierra un
cierto patetismo.
Porque, si bien la coraza protege de las heridas,
también impide el acceso al amor y la ternura. El amor exige
apertura, pero entonces la defensa queda comprometida. El caparazón
aparta al alma del río de la vida y la oprime, y la angustia crece.
Es cada vez más difícil sustraerse a este círculo vicioso. Más tarde
o más temprano, el ser humano tendrá que resignarse a recibir la
temida herida, para descubrir que el alma no sucumbe, ni mucho
menos. Hay que hacerse vulnerable, para comprobar la propia
resistencia.
Este paso se produce sólo bajo presión externa,
aplicada ya por el destino y por la psicoterapia. Si nos hemos
extendido en el comentario de la relación entre la vulnerabilidad y
el blindaje es porque, en el plano corporal, la psoriasis muestra
esta relación: la psoriasis llega a producir ulceración de la piel
lo que aumenta el peligro de infección.
Con ello vemos cómo los
extremos se tocan, cómo vulnerabilidad y autodefensa ponen de
manifiesto el conflicto entre el deseo de compenetración y el miedo
a la proximidad. Con frecuencia, la psoriasis empieza por los codos.
Y es que con los codos uno se abre paso, en los codos uno se apoya.
Precisamente en este punto se muestran a un tiempo la callosidad y
la vulnerabilidad.
En la psoriasis, inhibición y aislamiento llegan
al extremo, por lo que obligan al paciente, por lo menos
corporalmente, a abrirse y hacerse vulnerable.
Prurito
El prurito es
un fenómeno que acompaña a muchas enfermedades de la piel (por
ejemplo, urticaria), pero que también puede presentarse solo, sin
«causa» alguna. El prurito o picor puede llevar a una persona a la
desesperación; continuamente tiene que rascarse algún lugar del
cuerpo. El picor y el rascarse también tienen idiomáticamente un
significado psíquico: Al que le pique que se rasque. Es decir, al
que le «irrite».
El picor, con sus sensaciones asociadas de
cosquilleo, irritación y ardor, tiene connotaciones sexuales, pero
no dejemos que la sexualidad nos haga pasar por alto otros conceptos
afines al tema. También, en el sentido agresivo, se puede «picar» a
alguien. Se trata, en suma, de un estímulo que puede ser de índole
sexual, agresiva o amorosa. Es un estímulo que tiene una valoración
ambivalente, que puede ser grato o molesto, pero siempre excitante.
La palabra latina prurigo significa, además de picor, alegría y el
verbo prurire significa picar.
El picor corporal indica que, en el plano mental, algo nos excita,
algo que, evidentemente, hemos pasado por alto, o no habría tenido
que manifestarse en forma de prurito. Detrás del picor existe alguna
pasión, un ardor, un deseo que está pidiendo ser descubierto. Por
eso nos obliga a rascar. El rascarse es una forma suave de escarbar
o cavar.
Como se escarba y se cava en la tierra para sacar algo a la
luz, así el que tiene picores rasca su superficie, su piel, en busca
de lo que le pica, le hace cosquillas, le excita y le irrita. Cuando
lo encuentra, se siente aliviado. Es decir, el prurito siempre
anuncia algo que me pica, anuncia algo que no me deja frío, algo que
me hace cosquillas: una pasión ardiente, una exaltación, un amor
fogoso o, también, la llama de la ira. No es de extrañar que el
picor esté acompañado de erupciones cutáneas, manchas rojas e
inflamaciones.
El lema es: rascar en la conciencia hasta encontrar
qué es lo que pica.
ENFERMEDADES DE LA PIEL
En las enfermedades de
la piel y erupciones, preguntar:
1. ¿Me aíslo excesivamente?
2. ¿Cómo llevo mi capacidad de contacto?
3. ¿No reprimo con mi actitud distante, el deseo de compenetración?
4. ¿ Qué es lo que está tratando de salir a la luz? (Sexualidad,
instinto, pasión, agresividad, entusiasmo.)
5. ¿Qué me pica en realidad?
6. ¿Me he retraído al aislamiento?